Panadería Herrero, la historia de una familia emprendedora que se embarcó en un negocio y que cincuenta años después siguen al frente del mismo
El tiempo pasa, y lo hace para todos. Resulta curioso lo lento que nos parece en los primeros años de vida, en los que normalmente buscamos crecer, tener más años para quizás, tener más libertad; y lo rápido que pasa cuando superas varias décadas. Aunque desde luego este no es el caso.
En el mes de febrero ahora hace 50 años, un emprendedor, un obrero, un trabajador decidió quedarse con el obrador de pan donde trabajaba para buscarse un futuro laboral para él y para su familia, Jesús Herrero, que junto con su mujer arrancaron con el proyecto. Lo hizo en la Plaza de la Leña, en el barrio de la Puerta de Soria. Poco después compraba la casa de al lado, amplió el obrador y compró también un horno de leña.
En 1.974 un horno en un barrio de Calatayud era algo más que un negocio de compra y venta de pan. Al igual que los pequeños comercios que existían en la Puerta Soria, un horno significaba muchas cosas más: un lugar de relación, un lugar para comprar y hasta en ocasiones de oficina de telecomunicaciones para hablar por el único teléfono que había en el barrio o hacer de banco. Si, puesto que en esos años resultaba muy sencillo ver a cualquier comercio de barrio tener encima del mostrador el cuaderno de las ventas al “debe”, libreta donde se solían apuntar lo que cada vecino debía y que, la mayoría, pagaba a primeros de mes, aunque esto supusiese en algún caso “perder cliente y dinero”. Un horno, en suma era uno de los centros neurálgicos de los barrios en esas décadas de los 70 y 80.
El devenir de los tiempos daba al traste con muchos de esos negocios situados en estos barrios bilbilitanos y en los pueblos de nuestra comarca. En el caso de Panadería Herrero, el negocio continuó, sobrevivió, y 50 años después siguen en el mismo lugar y en el mismo sitio. Es la historia de una familia relacionada con un negocio en la que todos los integrantes de la misma, desde edades muy tempranas tenían que ayudar.
Cincuenta años después, Paco Herrero, uno de los hijos del que arrancó el negocio, Jesús, nos contaba en COPE Calatayud algunos detalles de esos cincuenta años de vida. “Mi padre trabajaba de obrero en el horno, le ofrecieron quedarse el negocio y se embarcó”. Después de 50 años el horno y la panadería siguen en la Plaza de la Leña, aunque el negocio fue creciendo, “en la actualidad tenemos 3 despachos de venta en Calatayud, vamos a Miedes, Paracuellos, Belmonte, Alhama e incluso vendemos repostería en Zaragoza”.
Tres de los hermanos siguieron los pasos del progenitor, aunque uno de ellos ya está jubilado y por lo tanto siguen con el negocio dos como indica Paco, “ahora estamos dos hermanos porque uno ya se ha jubilado y estamos diez personas trabajando en la actualidad”. Además, todavía cuentan con ese horno que compró el padre hace 48 años, “tenemos el horno de leña desde hace 48 años y seguimos con él. La diferencia se nota mucho entre el pan realizado en un horno de leña a uno eléctrico”.
Un trabajo sacrificado
Aunque las cosas han cambiado mucho desde la década de los 70, lo cierto es que trabajar de pandero no es algo que llame mucho la atención entre los más jóvenes. “El problema de este oficio es que hay que madrugar, nos levantamos a las dos y media de la mañana. Es muy sacrificado y llegan las fiestas y tienes que trabajar, por esto quizás no se encuentran muchos jóvenes que quieran aprender el oficio”, decía Paco.
Y las cosas han cambiado y mucho, puesto que en aquellos años de arranque, las jornadas solían ser de más de doce horas de trabajo, y en las mismas, además, tenía que colaborar toda la familia. “Mi hermano por ejemplo, tuvo que dejar de estudiar para ayudar en la empresa”.
Esta es la historia de un padre de familia que decidió dar un paso más y montar un negocio, un establecimiento que cincuenta años después sigue abierto, que tras los pasos del padre han seguido en el oficio tres de sus hijos, y que posiblemente cuente también con un futuro prometedor puesto que ya parece que puede haber relevo generacional dentro de la propia familia.
Una pequeña historia de emprendimiento, sacrificio, superación…, una pequeña historia que forma parte de la memoria de muchos de nosotros que hemos tenido la satisfacción de nacer y vivir en un barrio, que en aquellos años, vivir en un barrio, prácticamente significaba lo mismo que vivir en un pueblo dentro del pueblo, o para que no se moleste nadie, de la ciudad, que es Calatayud.
Por cierto, para ilustrar este pequeño artículo que sirve también de homenaje a todos que tanto trabajaron en las décadas de los 70 y anteriores, hemos elegido una fotografía de toda la familia. Lo mejor.