A ZOFRA.- De los oficios del ayer

A zofra por Eduardo y Eloísa Lavilla
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Oficios como medir el vino, rejolero, agujerillos ...




Este fin de semana la “Asociación Cultural Tarata” de Terrer ha preparado una exposición sencilla, pero muy bien organizada, trabajada y sobre todo enriquecedora. En ella han expuesto numerosas fotografías en las que nos mostraban antiguos oficios que se practicaban en la localidad: las labores del campo, profesiones como las de zapatero, albañil, carpintero, panadero, barbero, pastor o los quehaceres del día a día como el lavar la ropa, ir a la compra, hacer la matanza, etc. que también eran una labor en sí misma. Y a ello han sumado una pequeña muestra de utensilios y herramientas que se empleaban: una romana, un yunque, una dalla, una horca, una hoz con su zoqueta o un capazo, entre otras muchas cosas.  Me ha gustado tanto que he salido decidida a escribir este artículo.
En esta ocasión, voy a hacer un pequeño repaso precisamente por esos oficios perdidos que tanto han dado a nuestra Comarca y que las nuevas generaciones desconocemos (entre la que me incluyo, puesto que reconozco que no sabía los nombres de muchos de los utensilios que estaban expuestos o para qué se empleaban).
A lo largo de la historia, nuestros pueblos han estado fuertemente ligados principalmente a la agricultura y a la ganadería. Esto hace que los oficios derivados de ello no fueran únicamente el de labrador y pastor, sino que existían otras muchas profesiones ligadas a estas áreas. Por ejemplo, vinculado al campo nos encontramos a los sogueros, que empleaban el cáñamo para fabricar las cuerdas. El molinero que molía el grano para hacer harina. O el “guarda jurado” que se encargaba de vigilar las fincas de la localidad. Del lino, se ocupaban las tejedoras que con él creaban las telas para luego coser las ropas. Y del esparto, los artesanos que hacían las alpargatas, los serones para los abríos o las espuertas o seretas (un tipo de capazo, que también podían ser de mimbre).

Familia Pelegrin Pelegrin. Fuente: Archivo fotográfico A.C. Tarata


Como curiosidad, hasta los años treinta del s. XX, en Terrer existió un puesto de trabajo dentro del Ayuntamiento que era la persona encargada del “servicio de medir el vino”. Éste debía contabilizar, recorriendo las bodegas, los litros producidos por los vecinos de la localidad. El objetivo era que se utilizara la misma medida. La Ley de Pesas y Medidas que decretaba el uso del Sistema Métrico Decimal en España fue promulgada por Isabel II en 1849 y defendida en las Cortes por el ministro Juan Bravo Murillo, con gran oposición general y numerosos conflictos, ya que, la implantación de este sistema disgustaba a la sociedad habituada al sistema tradicional. Por ello, no fue hasta bien entrado el s. XX que se fue extendiendo su utilización entre la población que, aunque el sistema oficial fuera el metro, el litro o el kilogramo desde muchas décadas antes, seguía empleando la vara, el cántaro o la arroba. Desconozco si en otros municipios también existía esta figura aunque me aventuro a decir que sí, puesto que la producción de vino está muy extendida en toda la Comarca.
Con la ganadería ocurre lo mismo, por lo que podemos encontrar numerosas profesiones vinculadas. El esquilador era quien trasquilaba las ovejas. Después, las pañeras e hilanderas eran las encargadas de hilar la lana para tejer los paños que luego se utilizarían para hacer ropa, mantas, etc. En Maluenda aún existe la calle del Batán. El batán era una máquina que servía para golpear la lana (amartillar) con el objeto de que se apretase y quedara un tejido más duro y consistente. Con la lana más basta, los colchoneros la batían para fabricar o reparar los colchones. Por supuesto, la ganadería ovina es la más conocida en nuestra región, pero no debemos olvidar que también, en épocas pasadas, existieron numerosos negocios familiares dedicados a la producción y venta de leche de vaca o la elaboración de queso, aunque fuera a nivel local. Otras profesiones relacionadas con la ganadería son las de capador, botero o guarnicionero. Éste último hacía principalmente los aparejos de cuero para las mulas como el albardón, el ronzal o la cincha mientras que el botero era quien hacía las botas de vino y los odres. Según me cuentan, en Calatayud, hasta finales de los años setenta seguía estando botero con su negocio en la plaza del Mercado. A qué se dedicaba el capador, no hace falta explicación.


Por otro lado, habría que mencionar los trabajos asociados al terreno. Con la arcilla, tenemos profesiones como la de rejolero (ojo, que no relojero) que era quien hacía los ladrillos de barro o el tejero, las tejas. Habría que señalar que aunque el alfarero producía platos, vasijas y otros enseres de cocina, a quienes se especializaron en la fabricación de cántaros se les conocía como cantareros. Un caso parecido ocurre con el caso de los cuberos, que hacían las cubas. De ahí la frase “a ojo de buen cubero”, pues éstos eran capaces de hacer una igual a otra sin más herramienta que la experiencia, lo que era de vital importancia dado que la cuba no sólo era el recipiente donde almacenar el vino, sino que se usaba como medida de capacidad. En este sentido, su exactitud como medida dependía del “buen ojo” del fabricante.  Igualmente, se podría hablar de la industria dedicada a las canteras de yeso y su producción. En nuestra Comarca las de mejor calidad estaban en Fuentes de Jiloca, donde además de yeso también se extraía alabastro (por ejemplo, el de la portada de la Colegiata de Santa María de Calatayud). Lo que lleva que una profesión extendida fuera la de yesaire o yeseire (he oído ambas formas). En Alhama de Aragón también hubo canteras de sílice y mármol. Otra relación con el terreno podemos encontrarla en la construcción y el empleo tanto de los ladrillos de adobe y el yeso como de los cañizos. Esto nos lleva a los aserradores que se dedicaban a la tala y corte madera.


No podemos dejar de nombrar profesiones desaparecidas (o casi desaparecidas) como las de modista, sastre, partera, sereno o mozo de estación. Haré especial mención a los camineros que vivían en las casillas que existían en los caminos o a lo largo de las vías de tren y que se encargaban de reparar, mantener y vigilar el tramo que tuvieran a su cargo. Éstos tenían la consideración de funcionarios públicos y se les daba la casilla para que habitaran en ella junto con su familia.
Otra curiosa profesión desaparecida es la de estañador. Su labor consistía en reparar las ollas y pucheros con estaño. Este metal funde a una temperatura no muy alta por lo que podían recorrer los pueblos con un pequeño hornillo y reparar a pie de calle los agujerillos de las perolas que se les hacía por su uso en la lumbre, de la misma forma que pasan (cada vez menos) los afiladores. Otros que transitaban por las calles de los municipios eran los peleteros que compraban pieles de conejo y que en muchas ocasiones en vez de dinero lo cambiaban por agujas, hilos, dedales y otras cosas de costura. Según me cuentan, cuando llegaba a la localidad recorría sus calles al grito de “¡pieles, pieles!”. Algo parecido hacían los traperos quienes compraban trapos que mezclados con papeles viejos servían para hacer, entre otras cosas, las tapas duras que encuadernaban los libros, carpetas, etc.
Del mismo modo, también había personas que se dedicaban a realizar la colada y posteriormente planchar la ropa para devolverla a sus dueños, estaríamos hablando de las lavanderas. Lo que nos recuerda que antes también “se iba al corte” para aprender a coser ropas, a hacer patrones, etc. lecciones que enseñaban las modistas.


Por último, otra de las curiosidades que he aprendido estos días es que en la Azucarera de Terrer había una persona cuyo puesto se denominaba como la listera o el listero, que sería la persona que se ocupaba de las entradas y salidas de los trabajadores, así como, del control de horas. Esta figura era habitual en la época, por lo que seguro que existía también en otras fábricas de la zona.  
Sé que os vendrán a la cabeza otros muchos oficios del ayer, pero he querido evitar los que a día de hoy se siguen practicando, aunque sean cada vez más residuales como los negocios ligados a tiendas de ultramarinos, mercería, panadería, carnicería, herrería, carpintería... Podría ser que en un futuro también estemos incluyéndolos en los oficios perdidos, o quizá no, pensad lo que ha ocurrido con las barberías. ¿Quién sabe?
No puedo despedirme sin agradecer a la Asociación Cultural “Tarata” el haberme cedido una de las imágenes que acompañan este texto. Como ellos, son muchas las asociaciones, agrupaciones o personas individuales de los pueblos de nuestra Comarca quienes hacen una labor de recuperación de la memoria y el ayer, esenciales para mantener nuestra historia, cultura y patrimonio.

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