AZOFRA.- Hasta San Antón, Pascuas son

A zofra por Eduardo y Eloísa Lavilla
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Cofradías, cuadrillas de amigos y celebraciones en la comarca



He leído algunos comentarios en la prensa relativos a lo siguiente: ¿hasta cuándo hay que felicitar el año nuevo? ¿Y las Pascuas? Personalmente el año nuevo lo suelo hacer hasta la cabalgata de Reyes y las Pascuas como dice el refrán: “hasta San Antón, Pascuas son”.
No hay que confundir a San Antonio Abad, o su variante San Antón, con San Antonio de Padua (que se celebra el 13 de junio), cosa que actualmente es muy habitual sobre todo entre la gente joven. Según mi pequeña encuesta, la mayoría ignora que haya dos santos con ese nombre. Sin embargo, en los pueblos hay más información y se conocen más las costumbres, y si se celebran fiestas en honor al Santo, ya es más conocido. Sin lugar a dudas, si preguntamos a las personas mayores, el conocimiento es diferente: saben distinguir fácilmente a uno del otro.
A San Antonio de Padua, que ni era de Padua ni se llamaba Antonio, sino que nació en Lisboa y su nombre de pila era Fernando, se le identifica porque siempre va acompañado de un Niño Jesús (se le apareció en su celda cuando aún era fraile). Este Santo intercede para encontrar objetos escabullidos, perdidos o robados; pero, sobre todo y por lo que es más conocido, a él acuden las mozas para “que les busque un novio”, pero esa es otra historia de la que hablaremos en junio.
El San Antonio Abad objeto de este artículo, es el que celebraremos este miércoles 17 de enero con hogueras y bendición de los animales de compañía. Es la única fecha en la que éstos pueden entrar en la iglesia. En Italia también está permitido hacerlo el 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís, aunque éste se asocia más a las mascotas. Para San Antón la costumbre es bendecir a los animales que solían vivir en las casas, sobre todo los de labor (mulas, burros…), los del corral (gallinas) o los de granja (cerdos, ovejas…) aunque no faltaban los de compañía como los perros (que defienden la casa o ayudaban con el ganado) o los gatos (que también cazan ratones y hacen su trabajo). Las cosas han cambiado y es más habitual llevar a bendecir a los animales que actualmente viven en las casas, las mascotas, porque de los otros, ya hay cada vez menos. De esta manera, ahora es más probable ver ese día a una tortuga o a un periquito que a un burro o a una gallina.


Conocemos algunos pasajes de la vida de San Antonio Abad gracias a las obras de San Atanasio y San Jeronimo. Nació y murió en Egipto entre los siglos III y IV y se le incluye entre los Padres del Desierto, con los que surge el movimiento eremético, es decir, los conocidos como ermitaños o anacoretas. Éstos se retiraban de la vida en sociedad para vivir aislados y bajo una doctrina asceta (busca la purificación del espíritu mediante la negación de los placeres materiales y la abstinencia). Cuentan que en su juventud vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir a una cueva en el desierto, donde fue reiteradamente tentado por el demonio resistiendo a todas ellas. Por otro lado, San Antón aparece en la narración de la vida de San Pablo, el ermitaño, que encabezaba la comunidad de anacoretas de la región de Tebaida. Según el relato, un cuervo alimentaba diariamente a San Pablo, entregándole una hogaza de pan, y cuando San Antón fue a visitarlo, el cuervo le dio la bienvenida suministrándoles dos hogazas. Podemos ver esta historia representada en la pintura de Diego de Velázquez que acompaña a este texto1. Más tarde, cuando falleció San Pablo, San Antón lo enterró con la ayuda de dos leones y otros animales; de ahí que sea el patrón de los animales y los enterradores.
En cuanto a sus atributos, se le representa mediante la imagen de un fraile con hábito negro y una letra Tau (T) azul sobre el pecho o en el hombro. El Santo lleva un bastón largo o cayado que a veces también se remata con la letra Tau. Siempre se le acompaña con algún animal, normalmente un cerdo. La razón puede venir (aunque hay diversidad de opiniones) de que en una ocasión se le acercó a San Antón una jabalina con sus jabatos que estaban ciegos, éste curó la ceguera de las crías y, en agradecimiento, la madre ya no se separó de él, acompañándolo y defendiéndolo hasta el fin de sus días.  
La fama de San Antón resurge en el siglo XI, cuando se fundó la Orden de San Antonio o de los “Hermanos hospitalarios de San Antonio” y conocidos como los antonianos. Sus miembros se dedicaban al cuidado de los enfermos con dolencias contagiosas como la lepra o la sarna; pero, en especial atendían la enfermedad del ergotismo, llamada coloquialmente como “fuego o fiebre de san Antón” (a veces de San Marcial) o “fuego del infierno”. La enfermedad surgía porque era muy habitual comer productos elaborados con harina de centeno, sobre todo el pan por ser más económico que el pan blanco, hecho con otras harinas. En el grano del centeno prolifera fácilmente un hongo llamado “cornezuelo del centeno” (el polvo rojizo que resulta al moler el hongo queda oculto al mezclarse con la harina oscura del centeno) que produce una toxina llamada ergotamina, cuyos síntomas son alucinaciones y necrosis dolorosas de las partes distales del cuerpo, principalmente en manos y pies. Además, se producía un frío intenso y repentino en todas las extremidades, para convertirse luego en una quemazón aguda, de ahí la idea de “fuego” o “infierno”.
Los antonianos se hicieron famosos por el éxito que tenían en el tratamiento del ergotismo en sus hospitales, y la razón era que al ingresar en estos hospitales se producía un cambio en su dieta, ya que, los antonianos empleaban harina de trigo para hacer el pan y los efectos del hongo desaparecían. Esta congregación fue perdiendo importancia hasta ser disuelta en el año 1791 por orden del Papa Pío VI, a instancias del rey de España Carlos III, pasando sus bienes a otros hospitales y la mayor parte a la Orden de Malta.
Por otro lado, entre las muchas leyendas que hay acerca del porqué del cerdo que lo acompaña en su iconografía, algunas apuntan a que su origen está ligado a que, en aquellos lugares en los que había un hospital de San Antonio Abad, se solía donar un cerdo a la comunidad. Éste vagaba libremente por las calles del pueblo, para identificarlo le colgaban una campanilla, y era alimentado por todos los vecinos. Cuando le llegaba su hora, servía para alimentar a los enfermos del hospital antoniano y con la grasa se hacía un ungüento para mitigar el dolor de las heridas y gangrena que producía el ergotismo. Ese cerdo puede ser una derivación de la jabalina que hemos comentado al principio y la campanilla hacer referencia a sus jabatos ciegos, pero son hipótesis sin confirmar.


Por otra parte, en cuanto a la celebración de la fiesta de San Antón, en muchos municipios consiste en celebrar la misa y bendecir los animales, tras lo cual, se reparten trozos de pan, bien digo trozos, pues se iban arrancado de una hogaza con la mano. En otras ocasiones se reparten y comen bollos de pan, siempre hechos de trigo. Dada su relación con el cerdo, es habitual el consumo de productos derivados de este animal hechos en la hoguera, en la que se aprovechaba también para asar patatas o cebollas.
Aún existen cofradías de San Antón, en muchos municipios de nuestra Comarca, por ejemplo, en Calatayud, era esta cofradía la que entregaba los sacos de harina para la elaboración de las hostias de las misas de la ciudad para todo el año. En Ateca, sin embargo, la tradición es que las cuadrillas de amigos se junten en una era o plazuela para hacer una hoguera en la que asar la cena. En Maluenda o Sabiñán también existía la tradición de saltar la hoguera tres veces, para lo que se ayudaban de cañas a modo de pértiga. En Ruesca2, sin embargo, la costumbre es que los vecinos se reúnan y acudan al monte a cortar leña, para el día del Santo preparar una hoguera en el pueblo, acto que repiten unos días más tarde, con motivo de San Valero. En otros municipios, eran los niños los que iban por las calles pidiendo leña y cantando “leña, leña por San Antón, el que no mate tocino, no comerá morcillón”. Otro hecho común en esta celebración era el consumo de vino para acompañar la fiesta, en Cetina por ejemplo, la Cofradía reparte torta y cañamones a los asistentes y sirve vino para acompañar Son muchos otros los municipios de nuestra Comarca que organizan festejos similares, como Malanquilla, Torrijo de la Cañada, Abanto, Jaraba, Cervera de la Cañada, Monreal de Ariza o La Vilueña, cada una con sus particularidades y tradiciones3.


Por último, señalar que esa hoguera también entronca con la tradición de celebrar que se va abandonando poco a poco el invierno para entrar en la primavera. Con el fuego se simboliza el triunfo de la luz sobre la oscuridad, que si se piensa, está muy relacionado con la vida de San Antonio Abad en el desierto y la lucha contra las tentaciones del diablo, así como, el papel de los Hermanos Antonianos contra la enfermedad del “fuego del infierno”. Esto nos lleva a que la fecha de San Antón tiene un importante significado astronómico, pues, el día se va prolongando y ya se aprecia que las tardes son más largas. Como dice el refrán: “De Pascuas a San Antón, un pasico de gallina; y, de San Antón a San Blas, hora y más”.


1 “San Antonio Abad y San Pablo, el primer ermitaño” obra de Diego de Velázquez, cc. 1634, óleo sobre lienzo. Actualmente se expone en el Museo de El Prado.
2 Agradecer la colaboración a los vecinos de la localidad de Ruesca que nos han prestado las imágenes de la celebración de la hoguera de San Antón en su localidad.
3 Información ofrecida por vecinos de las localidades mencionadas, así como, de la siguiente publicación: URZAY BARRIOS, J. A. (2006), Cultura popular de la Comunidad de Calatayud. Centro de Estudios Bilbilitanos de la Institución «Fernando el Católico» y Comunidad de Calatayud.

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