OPINIÓN.- La lenta agonía del Museo de Calatayud

Vivencias para una crisis por Manuel Martín Bueno
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"La pérdida de visitantes ha sido gloriosa, desde ser el museo aragonés que más crecía proporcionalmente hace una década, al momento presente en que somos prácticamente irrelevantes"




El Museo de Calatayud es o debería ser, el equipamiento cultural por excelencia de la Ciudad del Jalón, junto a la Biblioteca y el Archivo de la Ciudad, una triada esencial para poder decir que Calatayud es una ciudad importante y culta que puede presumir de Patrimonio (y lo hace aunque de manera sesgada) y alegrarse por ello.

Tal aserto indicaría que la ciudadanía, desde sus regidores, al último y más modesto de sus habitantes, conocen, son conscientes de su existencia, lo protegen, potencian y disfrutan de los beneficios de todo tipo que su cuidado conlleva. La realidad es muy otra y junto al decaimiento innegable de la ciudad en lo económico y social, que se traduce en todo lo demás, tenemos la ciudad que tenemos y no hay otra, aunque no debería ser así.

Podemos hablar y por lo tanto escribir, con conocimiento de causa, de bastantes de estos aspectos porque por profesión, vocación y deseo, hemos seguido el desarrollo de Calatayud desde 1965 hasta ahora, bien desde sus calles, desde la privilegiada atalaya de Bilbilis o del Castillo Mayor o a pie de calle en el Museo de Calatayud, en calidad de Director del mismo, hablando con sus gentes, propios o foráneos, conociendo algunos de los entresijos de las administraciones públicas, desde las estatales y supranacionales a  la autonómica y municipal.
Las instituciones funcionan según los momentos gracias a la competencia, buen saber y entender, ideología, recursos, etc., que deben ser administrados con eficacia y transparencia para que los fines a los que se destinan, lleguen a todos los ciudadanos y ciudadanas y los perciban con claridad, cosa que hoy ha decaído de manera notable dejándonos en una aparente inepcia muy peligrosa, que es urgente reconducir.

El Museo de Calatayud es un ejemplo palmario. Creado hace muchos decenios por el Estado y gestionado por el Ayuntamiento, no ha contado nunca con los medios necesarios para poder funcionar como tal, siendo el personal y los recursos económicos amen de la autonomía en su gestión y programación adecuadas, las carencias mas notables, pese a que pertenecemos a organismos nacionales e internacionales, ICOM y FEAM, que nos reconocen con gran generosidad, pese a que incumplimos la mayor parte de los requisitos necesarios para ello.

Un director y subdirector honorarios, es decir sin gasto y con cada vez menos capacidad de decisión, son todo el equipo científico y técnico. Dos conserjes en horarios que cumplen con eficacia lo marcado por el Departamento de Cultura, una persona de limpieza con varias horas de dedicación y nada más.

A todas luces poca cosa, muy poca, porque el apoyo necesario y propio de una institución semejante es inexistente y todo se decide desde el departamento correspondiente, que hace, deshace y se limita a comunicar decisiones técnicas, pero poco más, eso si con una total falta de comunicación directa entre la responsable política y la dirección, que ha eludido y elude de manera sistemática durante toda la legislatura que termina. Nunca se había visto una falta de sintonía y comunicación semejante, que perjudica a la ciudad en su conjunto.

La pérdida de visitantes ha sido gloriosa, desde ser el museo aragonés que más crecía proporcionalmente hace una década, al momento presente en que somos prácticamente irrelevantes, ha transcurrido un tiempo relativamente corto pero de degradación constante.

Desde el Museo de Calatayud se han hecho programaciones anuales que no se han aceptado o se les han puesto trabas de todo tipo, hasta límites de mezquindad notorios, el museo languidece y no será por culpa de su dirección, pero menos de una decena de visitantes de la propia ciudad de Calatayud en un mes, tal vez porque se exige pago por la visita o por falta de promoción, es un hecho incontestable. Menos de dos centenares de visitantes foráneos en los meses de mayor afluencia, cuando hace pocos años superábamos los doce mil anuales, es un hecho triste pero irrefutable.

Si Calatayud quiere mantener abierto un museo que sirva a la sociedad, debe pensarlo dos veces, con esta deriva no vamos a ninguna parte y los fondos que antes percibía de proyectos de la Universidad (nacionales o regionales) se terminaron y con ellos muchas actividades, no lo olvidemos.

Prof. Manuel Martín-Bueno
Director del Museo de Calatayud

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