OPINIÓN.- A nuestro libre albedrío, una peligrosa elección

Vivencias para una crisis por Manuel Martín Bueno
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3 de julio del año 2020, superados los 100 días



Hemos venido de la sorpresa, pasando por la inquietud, el temor, un confinamiento, luego un desconfinamiento gradual y a veces asimétrico, al temor al contrario o simplemente al otro y finalmente, con un horizonte final que no es definitivo, a la posibilidad de ejercer una libertad inteligente, compromiso que es mucho mas serio de lo que parece.

Podría resumirse así la situación de estos meses, que nunca sabremos cuantos han sido porque ahora se nos dice que todo empezó antes y  sin duda, a toro pasado, se podrían haber tomado otras decisiones generales que hubieran sido incluso un poco mas duras por la duración de las mismas, nunca lo sabremos.

El aislamiento nos cogió por sorpresa y aprendimos a conocer o recordar, según las edades de los individuos, lo que significaba la privación de libertad de movimientos  a que nos vimos abocados en aras del bien general, desbordados por el temor al contagio de ese tristemente COVID-19, que llegó en tromba y ha causado estragos provocando un número insufrible de contagios que diariamente nos hacían mirar de reojo a cualquiera que se cruzase con nosotros, incluso en el pasillo de casa, porque pudiera ser portador involuntario de una enfermedad para la que desde el primer momento se dijo, por activa y por pasiva, que no existía ni vacuna ni remedio eficaz y que además la sanidad internacional caminaba a ciegas por un terreno desconocido, aunque la historia nos recordaba situaciones del pasado que pudieran asemejarse.

Enfrentarse a la muerte, a las frías estadísticas diarias en las que de manera creciente iba aumentando el número de muertos, a los que tal vez para dulcificar la expresión se denominaron fallecimientos, que parece palabra menos lúgubre, ha sido durante mas de tres meses la noticia diaria y contundente. Todos conocimos a alguien que pasó por el trance, desde dentro o fuera del círculo de familiares o amigos, muchos quisieron negarlo con la tozudez de la ignorancia mostrando con ello sencillamente su propia debilidad humana y seguramente un miedo interior que no eran capaces de exteriorizar. Muchas veces preferimos lanzarnos adelante, a lo desconocido, antes que detenernos a reflexionar un poco. También es condición humana.

La propia casa se ha convertido durante mucho tiempo en el refugio, el castillo teóricamente inexpugnable en el que el sujeto debería sentirse seguro aunque no fuera así, porque al mismo tiempo ese refugio no era estanco ni inviolable por un enemigo invisible pero muy letal y sagaz.

En estos tiempos, en los que la sociedad ha aprendido a conocer realidades muy diversas, la de los propios sectores de la sociedad que han tenido que seguir manteniendo sus roles en ella y por lo tanto atender al resto con mayor o menor peligro, a veces con gran peligro por su exposición al riesgo, se me ocurre que no hemos aprendido gran cosa.

Hemos sido conscientes y a veces muy inconscientes de las diferentes realidades con las que cada sujeto se ha enfrentado a esa realidad insegura en la que en cada momento podías pasar del lado seguro al del riesgo y la inseguridad. El comportamiento grupal o individual es testigo de que esa realidad ha sido y sigue siendo muy asimétrica y en general poco reflexiva.

Nuestra sociedad, dicen que en general ha reaccionado de manera muy correcta y civilizada. Tal vez de acuerdo con los estudios estadísticos se pueda afirmar de esa manera, pero si uno lo piensa individualmente como es nuestro caso, disentimos con rotundidad. Los españoles, de hecho o de derecho, somos un conjunto de pueblos cuya diversidad es amplia, tanto como cualquier otro país, pero con características especiales fruto de nuestro pasado histórico, la estructura social, el clima y los recursos con que contamos. Todo influye sin duda y lo que nos hace especiales, nos lo hace a los ojos de otros, no a los nuestros en articular porque somos así y lo aceptamos o lo soportamos, según se mire.

Con el paso del tiempo, visible no solo por la climatología y el progreso horario, sino también porque hemos conocido mas, nos han informado mejor o peor, según los oídos que hayamos querido escuchar y finalmente hemos llegado a conclusiones. Conclusiones que nos han enseñado que si la política es necesaria y quienes se dedican a ella son un mal menor, por razones que no es el lugar para analizar, explicarlo sería tarea ímproba, también es saludable no dejarse engatusar por ella e intentar tener criterio propio para analizar cada situación y obrar en consecuencia.

Del confinamiento y aislamiento inquieto hemos derivado hacia un triunfalismo poco saludable en el que nos hemos topado con un marasmo de situaciones que no controlamos y que nos abruman. Acontecimientos próximos o lejanos, ahora de índole laboral o económica que nos atosigan por todas partes. Gobiernos, central y autonómicos que intentando obrar de manera razonable han caído muchas veces en la incoherencia de la confrontación motivada por el sesgo partidista, mas que ideológico porque intereses en juego los hay y muchos.  Esto es un campo de batalla múltiple en el que además de los muertos y enfermos, hay posibilidades de negocio, de sacar partido de la situación de tragedia nacional y universal en beneficio de unos pocos y no del interés general.

El futuro mas inmediato está sin escribir y vemos poca voluntad por parte de algunos de contribuir de manera razonable a que se escriba con renglones rectos, o al menos para que, parafraseando recuerdos bíblicos, pudiéramos decir aquello de “Dios escribe recto con renglones torcidos” o similar que nos enseñaron en la escuela.

Hay que ser optimistas, el tiempo para en pesimismo lo tendremos durante unos cuantos años, esperemos que los menos posibles, en el momento en que nos enfrentemos a la dura realidad universal de una enfermedad que está poniendo en jaque a la Humanidad y para la que todavía no ha vacuna posible. La vacuna llegará antes o después y volveremos a un estado relativo de seguridad hasta que otra catástrofe nos vuelva a sacudir con igual o con mayor fuerza.

De momento debemos estar atentos a lo que tenemos pendiendo sobre nuestras cabezas que no es otra cosa que la posibilidad de ejercer nuestro libre albedrío de manera razonable.  No es cosa sencilla, no lo es.

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