Historias y leyendas que nos hablan de la adoración a Jesús
Oro, incienso y mirra, estos fueron los presentes que los tres Reyes de Oriente entregaron a Jesús después de un largo viaje siguiendo la Cometa, a través del desierto y esquivando los peligros e intrigas del rey Herodes. Pero, ¿cuál es el simbolismo de los dones?
Incienso
Este regalo es el ofrecido por el más joven de los Magos de Oriente, Gaspar. Se trata de una resina y se utilizaba desde épocas antiguas para ceremonias religiosas y rituales. El humo de la quema del incienso se consideraba agradable para los dioses y favorecía la meditación y la purificación. El incienso posee una carga antiinflamatoria, antioxidante y antimicrobiana y suele infundir una sensación de paz y relajación.
Al donar incienso al Niño Jesús, el Mago Gaspar estaba, por un lado, honrándolo con algo precioso y útil para preservar y curar el cuerpo, y por otro, reconociendo su naturaleza divina, ofreciéndole un don que habitualmente se ofrecía como sacrificio a los dioses y se quemaba en sus templos.
Mirra
Se extrae del tronco de una Burseraceage, aunque de un género diferente al incienso. Fue Baltasar el que llevó la ofrenda y es originaria de Somalia y Etiopía.
Se trata de una sustancia de buen olor y también con propiedades antisépticas y antibacterianas, incluso hoy en día se sigue utilizando en diversas formas como remedio a enfermedades respiratorias o incluso en intoxicaciones alimentarias. La mirra tiene también propiedades lenitivas y nutritivas valiosas para hidratar la piel.
En cuanto a su simbolismo, así como el incienso indica el reconocimiento de los Magos a la naturaleza divina de Jesús, la mirra lo que celebra es su humanidad.
Oro
Es el obsequio de Melchor, el más anciano de los Magos. Su simbolismo es el reconocimiento de la realeza de Jesús, puesto que el oro era el regalo reservado a los Reyes. Desde tiempos inmemoriales, este metal precioso se ha asociado a la luz, al sol y a la capacidad de difundir fuerza y energía. Todas las grandes civilizaciones han utilizado el oro para glorificar a sus soberanos y dioses. Según diversas leyendas, Melchor ofreció oro en forma de un pomo de oro, que representa la perfección del mundo, y treinta denarios. En las manos de Jesús, el pomo se convirtió en polvo, simbolizando que el Niño había venido a traer un mundo nuevo.
La bruja Befana
Las leyendas sobre los Reyes Magos son muchas, una de ellas, nos presenta a los tres Magos pidiendo ayuda a una anciana que los atendió regalándoles dulces. Entonces ellos pidieron que los acompañara en la búsqueda del niño Jesús. A pesar de la insistencia de estos para que les siguiese en su visita al pequeño, la mujer no salió de casa para acompañarlos. Más tarde, al arrepentirse de no haber ido con ellos, y tras preparar un cesto con dulces, salió de casa y se puso a buscarlos, sin conseguirlo. De esta forma se paró en cada casa que encontraba a lo largo del camino, dando dulces a las criaturas que encontraba, con la esperanza de que alguno de ellos fuese el pequeño Jesús. Desde entonces vagaría por el mundo haciendo regalos a los niños para hacerse perdonar. En algunos lugares, la Befana visita a los niños la noche anterior a la epifanía para rellenar los calcetines, colgados a tal fin por ellas esa noche. Si se han portado bien, les deja caramelos y chocolates, en cambio si se han portado mal, les dejará carbón (formado en realidad por dulces de color y forma parecida al carbón).
Artabán, el cuarto Rey Mago
Artabán es un personaje del cuento navideño The Other Wise Man (El otro Rey Mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke teólogo presbiteriano estadounidense.
Cuenta el relato que Artabán era el cuarto Rey Mago que encaminó sus pasos hacia Occidente, siempre guiado por el fulgurante mapa celestial, en busca del Niño Jesús. El Mago llevaba como presentes un diamante, un jaspe y un rubí. Nunca llegó a reunirse en sus tres compañeros y en el camino fue regalando los presentes. Primero se topó con un viejo moribundo, interrumpió su viaje, le curó sus heridas y le ofreció el diamante.
En Judea, se encontró con soldados de Herodes degollando a recién nacidos, a uno de estos soldados le ofreció el rubí a cambio de la vida del niño. Fue apresado y encerrado en Jerusalén. La leyenda cuenta que estuvo cautivo durante 30 años. Cuando salió intentó llegar a Jesús antes de su crucifixión, en el camino se encontró con la subasta de una joven para liquidar las deudas del padre. Compró su libertad con el jaspe, la última ofrenda que le quedaba.
Tras la muerte de Jesús la leyenda indica que una figura se le presentó diciéndole: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”. Desorientado y exhausto preguntó: “¿Cuándo hice yo esas cosas?”, y con la misma expiración recibe la respuesta: “Lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mí”. Con él se elevó a los mismos cielos que en su juventud le guiaron en pos del destino que finalmente alcanzó.