COMARCA DE CALATAYUD.- Genealogía de los judíos en Aragón y en la comarca

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El profesor de los dos Institutos de Jaca, Álvaro López Asensio, publica un nuevo libro: “Genealogía de los judíos de Aragón”,

Entre los siglos XII-XV, en Aragón se ha documento un total de 7.319 judíos/as, dando un balance de 1.133 apellidos o linajes familiares diferentes. También se identifican a los judíos de Calatayud, entre los siglos XII-XV



El historiador, teólogo y profesor Álvaro López Asensio, acaba de publicar su  nuevo libro sobre genealogía judía aragonesa. En este trabajo de investigación se dan a conocer un total de 1.353 judíos/as, los cuales suman más de 350 apellidos o linajes diferentes, entre los siglos XII-XV.

La genealogía estudia la historia de los ascendentes de una familia. En este trabajo de investigación, no sólo  aparecen los nombres y apellidos de los judíos de las aljamas hebreas de la provincia de Huesca, sino también se documentan un total de 7.319 judíos/as de las 67 juderías de todo Aragón.

A través de estas 67 juderías, hemos podido conocer los 1.133 apellidos o linajes diferentes, así como las variantes en las que aparecen escritas, su origen etimológico (prerromano, griego, hispano-romano, visigodo, hispano-árabe y romance), la clasificación por su significado, la datación de los mismos por orden cronológico y, lo más importante, las juderías donde aparecen miembros de cada linaje.

Para facilitar el estudio genealógico de investigadores amantes de su pasado familiar y aquellos curiosos que quieran descubrir sus orígenes hebreos, los apellidos están agrupados por su parentesco familiar, lo que facilitará la elaboración de árboles genealógicos.

También se han recopilado los diferentes nombres de mujeres y varones, con su correspondiente significado etimológico. Los judíos de Sefarad tenían la costumbre de poner al primogénito el nombre del abuelo paterno vivo. Al resto de hijos se les imponía el nombre de otros familiares directos vivos, especialmente el del abuelo materno. El mismo procedimiento se seguía con las niñas, cuyos nombres estaban vinculados al de las abuelas y demás familiares femeninos.

En la tradición judía se daba mucha importancia al significado de los nombres y apellidos. No sólo servían para identificar a las personas, sino que creían que influían en el carácter y destino de las personas. En efecto, el mundo judío cree que esos significados son valores positivos para el que lo lleva.

Un simple cambio de domicilio (toponímicos), el ejercicio de una profesión, el nombre del padre o primer linaje familiar (patronímicos), las cualidades físicas y morales de la condición humana, o su profundo sentimiento religioso, serán argumentos suficientes para muchos de los apellidos.

La coincidencia de nombres y apellidos entre los miembros de una misma familia producía confusión identificativa. Para solventar este problema, la documentación trata de distinguirlos con la coletilla “mayor de días” o “menor de días”, incluso especificando la filiación paterna “fillo de…”.

Los nombres de origen hebreo son los de mayor implantación entre los varones aragoneses (47%), seguido del romance de raíz latino-romance (36%) y, en menor medida, del árabe (11%). El mundo griego aporta un (3%) y la influencia prerromana-vasca otro (3%). Aunque los judíos nunca llevan nombres compuestos, sus significados sí que lo eran en mucho de los casos.

Por el contrario, los nombres de las mujeres judías de Aragón son mayoritariamente de origen latino-romance (58%), seguido del árabe (24%) y del hebreo de tradición bíblica (14%). La cultura griega aporta un (4%). Sorprende que estos últimos sean los menos elegidos y frecuentes de toda la onomástica judía femenina.

Mientras que el apellido del varón judío permanece inalterable durante toda la vida, la mujer cambiará el suyo por el del marido cuando se case. Una mujer viuda podía utilizar cualquiera de los dos apellidos (el de soltera o el nuevo de casada). Las viudas bilbilitanas preferían seguir llevando el apellido familiar del marido, según se desprende de la documentación estudiada.

Los apodos, motes o alias fueron habituales en las juderías aragonesas, siendo más frecuentes en las clases bajas de las comunidades. Estaban tan arraigados y tenían un componente tan fuerte de popularidad, que algunos los sustituirán por sus propios apellidos. Por regla general, los apellidos solían ser de carácter familiar, es decir, un mismo alias se imponía a todos los miembros del linaje familiar. Los apodos relacionados directamente con los toponímicos de procedencia sólo se aplican a personas individuales y no a sus descendientes.

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