ARAGÓN.- Mensaje de fin de año del Presidente de Aragón, Javier Lambán

Política
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Javier Lambán, Presidente del Gobierno de Aragón


Por segundo año consecutivo, celebramos la Navidad preocupados por la evolución de la pandemia, recordando con emoción a las personas fallecidas y abrazando con fuerza a sus familiares y amigos.
El Gobierno de Aragón ha actuado siempre anteponiendo la salud y la vida de los ciudadanos a cualquier otra prioridad. No obstante, entiendo que el cansancio y el escepticismo estén cada vez más presentes y lamento las repercusiones emocionales y económicas de las medidas adoptadas, que hemos tratado siempre de atenuar en la mayor medida posible.
A estas alturas, ya sabemos que la vacuna no elimina el riesgo del contagio pero reduce mucho sus efectos, lo cual es muy importante ante una enfermedad a la que lograremos controlar como ocurrió antes con la gripe.
La sanidad pública aragonesa nos ha dado motivos para que confiemos en ella. También la ciencia.
Pero les pido que no bajemos aún la guardia. Que nos vacunemos, que vacunemos a los niños y que sigamos extremando la precaución utilizando mascarillas y evitando situaciones propicias para el contagio.


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Señoras y señores, queridos amigos:
Cerca de aquí está el Monumento al Justiciazgo, símbolo del esplendor del antiguo Reino de Aragón y recordatorio visible de que pertenecemos a una comunidad política milenaria.
Hoy, esa Comunidad está constituida en torno a un Estatuto de Autonomía que cumple 40 años, cuatro décadas de autogobierno que nos han dado la oportunidad de hacernos dueños de nuestro destino y convertir Aragón en una Comunidad capaz de desarrollar plenamente sus potencialidades y sus anhelos.
Al mismo tiempo nos sentimos parte importante de esta gran Nación que es España y nos declaramos fervientes defensores de la Constitución y de las instituciones que la encarnan, empezando por el Rey Don Felipe VI.
España, como proyecto nacional, puede tener ante sí un gran futuro y Aragón tiene el derecho y la obligación de ayudar a construirlo, convencidos de que a los aragoneses nos irá bien en la medida en que nos vaya bien al conjunto de los españoles.  Por esa razón, mantenemos una relación de lealtad mutua y de cooperación con el Gobierno de España.
A todos nos afectan problemas parecidos y todos juntos hemos de afrontarlos. Tales son la angustia de los compatriotas en paro/ ; la deficiente financiación autonómica, que pone en peligro el Estado de Bienestar/ ; los intentos de quiebra de la unidad territorial/ ; la despoblación del medio rural/; los costes desmesurados que soportan agricultores y ganaderos/; las familias que no pueden pagar la luz o se ven especialmente afectadas por la subida de los precios/; la violencia machista y, en general, el miedo y la inquietud en los que está sumida la sociedad ante la COVID y ante un futuro cargado de incógnitas.
Y por eso, por nuestro irrenunciable compromiso con España, nos preocupan también los intentos de acabar con la Constitución que ha posibilitado los mejores 43 años de nuestra historia.
En ese contexto, la falta de entendimiento entre los partidos constitucionalistas permite a los radicales de todos los signos condicionar la política del país, lo cual genera inestabilidad y resta eficacia a las instituciones nacionales a la hora de afrontar los grandes desafíos.


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Como aragoneses, tenemos -sin embargo- razones propias para el optimismo y algunas de ellas tienen su origen en el Estatuto de Autonomía, la conmemoración de cuyo 40º Aniversario nos va a dar la ocasión de comprobar que el autogobierno nos ha sentado bien, nos ha hecho mejores y ha hecho más grande a la Comunidad.
Puedo afirmar que, desde 2015, utilizando las competencias del Estatuto, hemos contribuido a que Aragón sea la Comunidad española con menos paro/ y una de las que tiene menor tasa de pobreza y desigualdad;/ a que nuestra sanidad, nuestra educación y nuestros servicios sociales figuren entre los mejores del país/ y a que nuestra economía ocupe posiciones de liderazgo nacional en muchos aspectos.
El Estatuto ha sido, por otra parte, el nexo de unión de los cuatro partidos de ideologías distintas que formamos el Gobierno y que, por tercer año consecutivo, vio ayer aprobado su Presupuesto en tiempo y forma.
Son tiempos éstos, no obstante, en los que nadie puede permitirse el lujo de la autocomplacencia ni creerse con el derecho a dormirse en los laureles.
Primero, porque podíamos haber hecho las cosas mejor.
Segundo, porque -debido a la pandemia, al cambio climático, a las nuevas tecnologías o a la alteración del orden geopolítico- el mundo está cambiando a gran velocidad y todos debemos prepararnos para afrontar un momento histórico nuevo, que presenta incertidumbres pero que también nos permite vislumbrar oportunidades nuevas.
Los aragoneses somos gentes talentosas, creativas y esforzadas, lo cual da pie a un sistema educativo admirable desde la guardería hasta la Universidad; / a un tejido productivo muy competitivo y cada vez más internacionalizado;/ a unas organizaciones sindicales, empresariales y profesionales muy comprometidas;/ a un tercer sector ejemplar/ y a unos creadores muy brillantes. Disponemos además de una posición estratégica privilegiada
Pero tenemos un inconveniente: somos pocos, de manera que para superar las dificultades y aprovechar las oportunidades, para tener éxito en esta nueva etapa, tenemos que trabajar juntos, superando las diferencias ideológicas y concibiendo Aragón como un proyecto común.
A estas alturas, conocemos bien el inmenso valor de los pactos para generar tranquilidad en el territorio y atraer el interés de los inversores de dentro y de fuera.
El valor de la tolerancia y la seriedad frente a la frivolidad y la prepotencia.
El valor de la moderación frente al radicalismo
El valor de la transversalidad frente al sectarismo
En resumen, apreciamos mucho el valor del sentido común para tomar decisiones acertadas y parece razonable, por tanto, que actuemos en consecuencia.


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En ese sentido, como Presidente de Aragón, voy a activar diferentes foros para que los aragoneses aportemos ideas, debatamos entre nosotros y tejamos alianzas amplias y poderosas que nos aseguren un lugar confortable en el mundo del porvenir.
Por hablar de algunas de las posturas comunes a las que queremos llegar, necesitamos alianzas para dar un impulso decisivo a la Formación Profesional y a la vivienda de alquiler, dos requisitos esenciales para que los  jóvenes encaucen su vida y se erijan en factor clave del futuro de la Comunidad.
Alianzas para seguir mejorando la sanidad pública, en particular la Atención Primaria, que es ahora mismo uno de nuestros principales problemas.
O alianzas para avanzar hacia la excelencia en el cuidado de los sectores más vulnerables, en especial las personas mayores y las personas con discapacidad.
Es urgente llegar a acuerdos para combatir el cambio climático reduciendo, por ejemplo, las emisiones difusas generadas por la actividad agroalimentaria.
Es muy importante un gran pacto para dotar a la Comunidad de un modelo energético propio, en el que nuestras renovables sirvan para abaratar el coste del consumo doméstico y la actividad productiva de aquí.
Es conveniente, en definitiva, que apostemos todos a la vez por los sectores estratégicos de nuestra economía: la agroalimentación, la logística, la automoción, el ámbito digital, la industria farmacéutica, la cultura o el turismo, con aspiraciones concretas como el Campus de FP Digital, la potenciación del aeropuerto de Zaragoza, los Juegos de Invierno de 2030 o el impulso de Teruel como referencia nacional de la economía circular y la bioeconomía.
Nuestro objetivo consiste en llegar al pleno empleo en el año 2024, algo que está perfectamente a nuestro alcance gracias a la inestimable ayuda de los fondos europeos y -sobre todo- gracias al diálogo social y a la capacidad y la iniciativa de nuestros empresarios.


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Queridos amigos:
Les hablo a ustedes desde el Paraninfo de la Universidad, templo del saber y motor por excelencia de la cultura y la economía y lo hago bajo la figura de Ramón y Cajal, a cuyo legado dedicaremos en 2022 una atención especial.
Aquí al lado, en la Plaza de Aragón, hay otra estatua, la que representa al Justicia Don Juan de Lanuza, decapitado por Felipe II en 1591 por defender nuestros fueros.
Es ése el lugar en el que los aragoneses nos hemos manifestado en los últimos cincuenta años para reclamar amnistía y democracia,/ para oponernos al trasvase del Ebro/ o para reivindicar la autonomía de la que ahora disfrutamos.
El autogobierno nos ha permitido recuperar el terreno perdido después de siglos de decadencia. En términos de bienestar y prosperidad, Aragón es hoy una tierra situada al nivel de otras comunidades a las que en otros tiempos mirábamos con envidia. Ahora las miramos de igual a igual.
Hay pendientes inversiones y actuaciones del Gobierno de España que tenemos que exigir con rotundidad. Pero el cambio experimentado ha sido espectacular.
En lo que a mí se refiere, la pasión por la igualdad y la libertad sigue alentando mi vocación política como el primer día. Nunca he estado mejor dispuesto a la lucha para que Aragón destaque como tierra de derechos y de riqueza bien distribuida.
Feliz con mi condición de aragonés de pura cepa, como delata de lejos mi propio acento, amo cada rincón de esta bendita tierra y consagro todas mis fuerzas al ideal de que nuestros hijos y nuestros nietos vivan mejor que nosotros y a que, por cosmopolitas que lleguen a ser, se sientan siempre orgullosos de la tierra que los vio nacer.
Señoras y señores, queridos paisanos: Dejamos atrás un año muy complicado para el país –y también en lo personal para muchos de nosotros- y afrontamos un 2022 en el que estoy convencido de que las cosas nos van a ir mejor.
Les deseo mucha salud y les envío un abrazo fraternal a todos y cada uno de ustedes.

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